aprende con penelope
el corazón no muere cuando deja de latir. el corazón muere cuando los latidos dejan de tener sentido
Dicen los hombres que las mujeres maduras la ponen dura, pero se olvidan de nosotras, las más jovencitas, porque también tenemos nuestros deseos y nuestro corazoncito.
Una mujer pasada la edad de la tontería y sin llegar a la senilidad está para comerla con yogurt. Porque mi tía Rosaura a pesar de pasar los cuarenta años ha despertado en mí, un no sé qué, que me vuelve loca.
Mis padres se han ido de crucero, celebrando las bodas de plata, o las de oro no sé bien, el caso es que se ha venido mi tía con nosotros y yo me he quedado con ella. Nunca me he sentido atraída por las mujeres, hasta que la he conocido a fondo y me ha provocado tanto que he caído en sus redes. Mujerona impresionante juega conmigo como quiere.
El primer día que estuvimos a solas, antes de venir mis padres, ya me sedujeron sus formas y sus maneras, ese día mismo, acabamos desnudas en la cama de mis padres. Y así pasaron los mejores hasta ahora, diez días de mi vida…
-Cada día creces más y más rápido, mi sobrinita preferida.
-Sí, tía, es lo que tiene la pubertad, que no pregunta para cambiar. Y lo cierto, es que estoy cambiando toda yo, hace nada era una mocosa, y mira ahora..-
le dije en el salón de comer, serían las cuatro de la tarde, yo venía del instituto como cada día…
-Una mocosa!..lo que eras una niñata, que no tenías ni tetas, y ahora al menos no muchas, pero algo sí tienes.
-Joder tía, ¿no te pases algo?, yo creo que algo bastante, al menos me abultan y los chicos me miran en clase.
-Ven aquí, sobrina, ¿te miran los chicos?
-Sí, ¿es algo malo?
-No, nada malo, al revés es bueno, y ¿qué te miran?-
me dijo mi tía acercándose un poco más…
-Pues a mí, mi cara, mis pechos…-
dije algo más dubitativa, ante una aproximación injustificada…
-A ver, déjame verlos.
No supe qué hacer en ese instante, ella se acercaba, toda una mujerona como nunca la había visto, y me impresionaba más de cerca y con esas intenciones…
-Tía, eso no está bien, enseñarte las tetas.
-Y por qué no?, ven vamos a la habitación-
me condujo a la habitación grande. Me cogió por la cara como una madre agarra a una hija, pero con el calor de una mujer a una jovencita. Me gustaba su tacto duro y seguro. Notaba la punta de sus pechos en los míos más pequeños, pero todavía tapados…
-Enséñamelos-me ordenó prácticamente.
-Te gustan?- le dije mostrándoselos
-Mmmm, qué bonitos, pequeños como los había imaginado, tiernos y en punta dura. Ven a aquí, acércate.
Y me tuve que acercar, ante esta insinuación directa. Su calor era muy fuerte, y ahora sí que los pechos se aunaban y se juntaban. Unos pechos maduros y gordos junto a los de una jovencita caliente y primeriza. Era precioso estar con ella…
-Te gustan las mías?- indicándome sus tetas.
-Sí, más grandes que las mías y gordas, ¿puedo tocar?-
tenía unas ganas impresionantes de tocar a mi tía y de notar el tacto de sus pechos enormes…
-Claro, sobrinita, ven y dame un beso.
Me acerqué y la besé suavemente, un beso lésbico y enamoradizo, un libro abierto de puro elixir vital, un goce para las pasiones más bajas…
-Tiéndete en la cama, que te quito yo las bragas
-Sí…-
ante esa actitud maternal y familiar, no pude ni reaccionar, estaba como una niña que la van a limpiar pero esta vez ni yo era una niña ni me iban a limpiar. Estaba con mi tía que me iba a cepillar.
Noté mi rajita limpia y tierna al aire, y mi poderosa tía mirándome y haciendo lo que quería conmigo…
-Ven pequeña, abre las piernas, vamos a hacer la chocada de coños, unas tijeritas calientes que no las encuentras ni en el Ikea, último modelo sansung. Notarás la raja muy caliente pero es normal, es toda mi energía, que llevo dentro, ahora soy una nuclear a punto de estallar.
Y era verdad, juntamos las rajas y aquello fue impresionante, mi tía me miraba, como diciendo, «mocosa, aprende lo que es una mujer de verdad». Ni todas las pollas del mundo hubieran podido igualar aquella sensación. Mis pequeños senos blanquecinos endurecieron y se empinaron como la picha de un Elfo. Era una mocosa lesbiana bien enguarrada, y lo mejor de todo, me gustaba.
Mi tía me miraba desde arriba, jugaba conmigo, su piel más oscura que la mía nos hacía diferentes, lejanas en experiencia, una mujer bien corrida con una niñata de labios de fresa atontada…
-Qué morena eres tía a mi lado.
-Claro que sí, porque tomo el sol desnuda.-me dijo mirándome a los ojos.
-Y que hombros más grandes tienes-
le dije asombrada ante tal anchura corpulenta, como Platón, «el de los hombros anchos», que así le llamaban, todo un atleta griego…
-Sí, para abrazarte mejor.
-Y vaya tetas inmensas y grandes que tienes tía.
-Claro que sí, mi pequeña viciosa, para darte de mamar si es necesario.
-Y vaya conejo grande, ni Bugs Bunny en sus mejores días.
-Claro que sí para comerse buenas zanahorias, y al conejito de Playboy que guardas entre las piernas.
Y entre unas cosas y otras nos volvimos a besar, a fotografiar, sus tetas caídas hicieron de mí, toda una mujercita. Nos saboreamos y enloquecimos en la cama durante esos diez días memorables y entrañables.
Ahora sé lo que es el amor en familia.
noviembre2023@womanpenelope.es